viernes, 10 de febrero de 2012

Frailes y monjas ¿también para hoy?



Coincidiendo con el día de la “Candelaria”, el 2 de febrero de cada año, se celebra en la Iglesia el día de la vida consagrada. Ese día, 40 días después de la Navidad, Jesús fue presentado en el templo en las manos de María, su Madre y de José, el esposo de María. La carta a los Hebreos (cap. 10, 6 ss) pone en boca de Jesús estas palabras: Tú no quisiste sacrificios ni ofrendas… pero me formaste un cuerpo… Entonces yo dije: He aquí que vengo para hacer tu voluntad. Aquel acontecimiento de la “presentación” de Jesús en el templo era el cumplimiento de las normas judías para todo hijo primogénito del pueblo judío; pero al mismo tiempo se esconde en aquel acontecimiento un sentido más hondo y profundo: es el Cristo salvador y redentor; que precisamente cumple su papel de salvador con esa disponibilidad: ‘vengo a hacer tu voluntad’.
En realidad -desde entonces- esa es la llamada y vocación de cualquier cristiano, de cualquier bautizado. Pero ya desde los orígenes de la Iglesia han existido personas que han hecho de su vida una “consagración”, que han seguido una “vocación” radical de pobreza, castidad y obediencia. Esto es lo que se celebra en esta jornada de cada año, el día 2 de febrero: la vida consagrada; quienes han tomado como vocación propia ese seguimiento radical de Jesús, en pobreza, castidad y obediencia.
Ya han pasado muchos años (fue en 1963) cuando Manuel Lozano, el Beato LOLO, escribió este artículo que sigue; y fueron muchos más los que escribió con ese tema de la vida consagrada (es toda una colección de cartas suyas); releyendo este que se reproduce más abajo, se aprecia la misma jugosidad de entonces, la misma alabanza que hoy es necesario hacer de ese estilo de vida que, todavía hoy y por siempre, muchos hombres y mujeres se esfuerzan por recorrer.
La radicalidad del seguimiento de Cristo es una llamada universal; pero entre las varias vocaciones a esa radicalidad está este modo de vida “consagrada” tomando como signo y señal ese estilo de pobreza, castidad y obediencia. No es algo pasado de moda; es un precioso modo de consagración, de vivir aquel sentimiento de Jesús: “aquí estoy para cumplir tu voluntad”.
Rafael Higueras Álamo
(Postulador de la causa de Canonización de Lolo)

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